Existen unos cuantos cliches que debemos poner en su sitio para que dejen de condicionar nuestra vida. Cuando perteneces a una sociedad que se apoya en pilares como la CULPA y la RESIGNACIÓN, sabemos que formamos parte de una gran enfermedad.
No es cierto que cuando te abofetean sea necesario poner la otra megilla. Lo único necesario es averiguar si ha sido inevitable, si ha sido casualidad o si es que esa forma de actuar es la condición del que es tu agresor.
No es verdad que estemos en este mundo para SUFRIR. Hemos sido diseñados para ser FELICES, permanentemente. El amor en la Raza del Hombre es una máxima que buscamos de una forma deseperada y continua, sin condiciones de sexo o edad. Hasta el extremo de que cuando nos quedamos inevitablemente solos, adquirimos un animal de compañía y desarrollamos hacia él un amor sin límites.
No es aceptable que tengamos que aguantar cualquier relación, contra viento y marea, comprendiendo todas sus salidas de tono, sus acideces, sus maledicencias. Es un crímen enarbolar que, el que no lo soporta es que no es bueno. El que no lo soporta, se mantiene BUENO, el que se RESIGNA a soportar, se agria hasta extremos de verdadera oscuridad.
Por esto siempre he llamado al sagrado DISTANCIMIENTO, EL VUELO SABIO.
Desde la distancia, disfrutaremos de una perspectiva desprejuiciada de las cosas.
Desde la distancia, la pequeñez de los que solo saben relacionarse con bordería, no me alcanzan y la tranquilidad reina en mi corazón.
Desde la distancia, mi sueño es siempre reparador.
Desde la distancia, veo las cosas tan diferentes, que todo el mundo me parece inocente.
Desde la distancia, no juzgo y por lo tanto no me encuentro culpable.
SABIO VUELO, DIVINO VUELO SABIO que al aterrizar, siempre devuelves en SABIO, AQUEL QUE CONTIGO SE ATREVÍO A VOLAR.
